AUSCHWITZ, DESTINOS, EUROPA, POLONIA

AUSCHWITZ-BIRKENAU: UNA VISITA PARECIDA A NINGUNA

Visitar el campo de concentración AUSCHWITZ-BIRKENAU, más conocido simplemente como Auschwitz, es una experiencia que por sí sola, ya vale todo un viaje a Polonia. No es una excursión.  Es una visita parecida a ninguna. Es conectarse con algunas de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. Es dura. Es triste. Es difícil andarlo e intentar asimilar y entender todo lo que allí (como en muchos otros lugares) sucedió. Es un recorrido que pide a gritos ser andado con respeto y seriedad. AUSCHWITZ-BIRKENAU, es un pedazo de historia contemporánea con las puertas abiertas de par en par, con el objetivo primario de que conozcamos y no olvidemos.

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La llegada

Partimos desde Cracovia a las 6.25 de la mañana en tren, con destino a Oświęcim (luego de analizar todas los medios de transportes posibles para ir a Auschwitz desde Cracovia). Llevábamos la idea firme de hacer la visita guiada en español, pero por esas cosas del destino, no habíamos podido comprar las entradas con anticipación, así que nos encomendamos a la suerte de conseguirlas ese día, allí mismo. Algo así como dos horas después (de que el tren se detuviera, nos subieran a un bus sin entender muy bien que pasaba y que unos cuarenta minutos después de viajar por la ruta polaca, nos hicieran bajar y hacer volver a subir al tren y nunca saber bien por qué) llegamos a una estación pequeñita y desierta, con una mezcla de sensaciones a las que aún hoy no puedo ponerle nombre.

Caminamos, a paso ligero, las 15 cuadras que separan la estación, de AUSCHWITZ. A pesar de que sabíamos que la visita guiada tenia sus pros y contras, estábamos convencidos de los que queríamos y sabíamos que de no conseguir entradas teníamos dos opciones (que no nos agradaban 100%, pero opciones al fin): podíamos hacer algunas de las visitas guiada en inglés (aunque probablemente nos perderíamos mucha de la información dada) o podíamos hacer la visita por nuestra cuenta. Pero insistíamos en que no era lo que queríamos. Queríamos poder darle todo el valor agregado posible a nuestra visita.

Sin siquiera ser las 9 de la mañana ya estábamos agotados de los nervios. Llegamos y nos ubicamos al final de la fila, justo detrás de nuestra buena suerte y conseguimos 2 de las últimas 4 entradas que quedaban para la visita en español de ese día. Respiramos profundo. (Si querés evitarte el stress, dale una mirada a este post dónde te contamos cómo conseguir tus entradas para AUSCHWITZ-BIRKENAU).

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Recorrer el pasado

El recorrido empezó justo en la entrada de AUSCHWITZ donde coronados por el famoso lema ARBEIT MACHT FREI (“EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES”) dimos el primer paso hacia atrás en la historia. A nuestro alrededor, se levantan los pabellones que albergaron inhumanamente a todos los que allí llegaron, las cárceles y las oficinas administrativas  nazis.  En manada, fuimos entrando en algunos de esos edificios a medida que el relato del guía iba dibujando los rostros de quienes allí sufrieron el holocausto. Las condiciones en las que vivían. La agonía. El sufrimiento. Las estrategias de la famosa “solución final” de los nazis para deshacerse de los judíos. Ante nuestros ojos llorosos la cámara de gas, miles de zapatos sin dueño y el paredón de fusilamiento. Las torturas, el nefasto Josef Mengele, los experimentos y las atrocidades a las que miles de seres humanos fueron sometidos sin piedad. “Buscaban hacerles perder todo rastro de dignidad“, dice el guía.

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Con la angustia anudada en la garganta, nos trasladamos en bus a BIRKENAU, donde el relato sigue trazando un pasado infernal y completa la historia.

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Desde la entrada bordeamos la vía del tren hasta llegar a un vagón que vio decender a decenas de hombres y mujeres sin futuro.   Algunos de ellos, fueron sin preámbulos a la cámara de gas ubicada estratégicamente justo al final de la vía, para “no perder tiempo“.

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Los baños comunitarios (que solo los dejaban visitar una vez al día) los muchísimos barracones idénticos donde apilaban inhumanamente a las personas y el edificio derrumbado por los nazis con la intención de borrar los rastros de lo que allí había pasado son el punto final de una visita igual a ninguna.

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Lo escribo, lo pienso  y ni siquiera habiendo estado ahí logró comprender que el hombre fuera capaz de tales atrocidades. No voy a mentir, no es una visita para disfrutarla. Es parte de la historia. Sin masticar. Sin filtro. Ahí, cara a cara. Es enfrentarse a una de las crueldades más infinitas que haya vivido el hombre. Y duele… Pero esto se trata de conocer, para no olvidar y por supuesto, no repetir.

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Soy fan de la canela y de Messi, de los viajes, la música y el cine.

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